Una implacable marcha hacia la paz inunda numerosas ciudades del mundo. Un año después, parece que todo sigue igual, pero no. Ucrania ha demostrado, sobradamente, su valentía, su orgullo como nación y sus valores por los que un día nuestros hijos les recordarán.
Tiembla el suelo por donde pasa un ucraniano y no es por el ruido de las armas o de las bombas, sino por su fuerza, por la que nadie puede hacerle tambalearse ni echar un paso atrás.
La aterradora cita con la muerte está a cada paso, a cada esquina, también en cada triste hogar. La lucha de los que salen a pecho descubierto es aterradora, pero también de esos mayores que no quieren abandonar su país para acompañar a los que libran la batalla frente a frente.
El pueblo ucraniano jamás volverá a ser el que era, nunca más, porque la insoportable huella del dolor permanecerá en sus entrañas por siempre. El pueblo ucraniano nunca más será quien era, porque enfrentarse al miedo, a la muerte, a las violaciones, a las fosas comunes, a las desapariciones de niños, a los huérfanos, al horror en esencia pura… lo han hecho de otra raza, esa que te mira a los ojos con el corazón por delante y a alma descubierta.
Hoy, el mundo entero conoce a una nueva raza que, como el Ave Fénix, renacerá de sus cenizas. Ella merece nuestro apoyo y nuestra admiración.
Marian Albalat, periodista.